un cuaderno de viaje
Cuando me sugirió que fuésemos a Lisboa, lo entendí de inmediato como una buena idea.
La última vez, él había ido con un amor a cuestas, como se llevan a esas mujeres que no siempre quieren explorar con nosotros las últimas consecuencias. Bromeábamos con eso de «Revisitar, retrasar las huellas del pasado» y otras frases hechas.
Yo, en cambio, nunca había ido.
Nada de lo que intuía sobre la ciudad se aproximaba a lo real. Es difícil imaginar el ritmo de Lisboa, cómo se vive una pausa en Lisboa. La soledad. La mala leche contenida, la delgadísima cuerda floja de desesperación por la que transitan sus mendigos.
También, era imposible suponer lo evidente que era su necesidad por explorar la memoria, y que quizás no hubiese podido hacerlo solo. Que mi papel en el eléctrico 28 y el mirador de Santa Luzia sería de enfermero, confesor. Nunca imaginé que no veríamos el sol. Que nuestra disociación nos mantendría aislados, inclusive entre las multitudes que bebían en las calles de Bairro Alto.
Lo que sí era posible intuir era que mientras le hacía una foto dentro de un nicho en el cementerio, y otra caminando a las 5am entre los fantasmas de la calle San José, él estaba escribiendo un poemario.
Estas son las instantáneas de un alma rota vagando durante 4 madrugadas en Lisboa. Evadiendo a la gente y a la vez, evadiendo cualquier posibilidad de salvación.
sube a la báscula
antes de haber soñado con lisboa
vuelve a subir
después de haber soñado con lisboa
contempla la diferencia
he ahí el peso del alma
botella de oporto
la muerte se despeña por mi garganta
la vida empieza y termina aquí
avenida almirante reis
donde dios ejecutó el último deseo
eléctrico 28
me enseñaste el mirador
donde los corazones
se suicidan
madre
pienso en ti y eres lisboeta
una colección de cruces
tengo en mi mano
contra el muro las hinco
madre
no puedo librarme de ellas
ráfaga de aviones
dejan miradas pasajeras
vuelvo a creer en el relámpago
huye de las ciudades festivas
aterriza en lisboa
conocerás nuestro origen
nuestra materia
porque tantas lágrimas
porque tanto extravío
ropa siempre tendida
el sol
no puede con tanta pobreza
te cortaré la yugular
y con tu sangre
esparcida por alfama
despertarán los sueños
último fado
busca
en los destellos de mis neuronas
su presencia
ricardo reis te he visto
en alecrim en nova do carvalho
te he visto en arsenal
pero no puedo describir tu rostro
no haré lo mismo
que fernando pessoa
echaré los heterónimos al fuego
mi cerebro
quedará libre de carga
dios
eres música muda
o eres ilusión
cruel ilusión
tus ojos
se despidieron de mis ojos
deambulo por la baixa
esta noche
nunca conocerá el alba
en la vida
sólo hay dos momentos decisivos
nacer y morir
lo que suceda entre ese intervalo
desgarradura
espasmos
la dictadura del bostezo
viaja
cruza el atlántico
y luego regresa a belém
convertido en bruma
tan solo él es un hombre solo
laberinto y sed
errancia
tal vez hoy
renacerán las alondras
adoradora del santo hereje
déjame estar a tu lado
como vieja sombra
hasta que la tuberculosis
nos separe
de soslayo
avanza la oscuridad
un anciano toca su organillo
nadie lo escucha
se desvanece en barrio alto
postrado encima del asfalto
sin yelmo sin arcabuz
barco convertido en grava
extiendes la mano
el orgullo imperial
vendido por unos cuantos céntimos
dicen que parís es la ciudad luz
pobres hombres perturbados
jamás recorrieron tus calles
arropados por el sol nocturno
pobres hombres perturbados
sólo piensan en parís
festival eléctrico
no saben que eres amarilla
bernardo soares
en la canícula del sueño
estoy desamparado
a dónde se ha ido tu sombra
decadencia
salve decadencia
flor marchita que brota
y abjura de lo eterno
tus únicos amores
en mil setecientos cincuenta y cinco
fueron las piedras
lluvia
arrastras hacia el tajo
el perfume de la mujer que abandonó
una cruz gamada en mi lengua
mis dedos rozan tu fiebre
gimen las campanas
los vagones pasan y no dejan huella
nosotros extraviados en el subsuelo
nosotros seducidos por el desastre
dos platos de bacalao
reunidos en la mesa
señores apesadumbrados
mastican el espíritu de portugal
mis cadáveres pueblan
estos árboles
cuando el viento sopla
susurran un llanto antiguo
algunas hojas caen
aún no es otoño
la melancolía
es lo único que resta
morir en una pensión
con la saudade al cuello
y cinco botellas vacías
mientras el atardecer me cubre
es un acto de amor
un verdadero acto de amor
regreso al hotel
donde estuvimos
te busco en cada habitación
en cada corredor
tú consumida por la vorágine
por el desencuentro
te busco
y todo esfuerzo será herida
estas calles
que mis ojos no volverán a ver
se bifurcan
hacia el estuario de la congoja
son las últimas horas
dame tu mano
luego de hacer el amor
aparece la fatiga
que nuestro sudor sea amianto
que nuestro deseo agonice
poco a poco
hasta que mi mano suelte tu mano
y no existan las palabras
silencio
en la panadería
tiemblo ante el hambre prostituta
un angoleño se acerca a ella
los miro alejarse hacia la avenida
arropados por virginales rayos de sol
polvo y nada más que polvo
me hubiese gustado tener un nombre
para que lo pronunciaras
beberé otros vinos
me sumergiré en otras camas
andaré por nuevos callejones
vagabundo por la artrítica europa
trataré de olvidar el rasgo fatal
que nos une a ti y a mí
el día de mi muerte
aparecerán tus labios
sabré el precio
cuánto vale perder la vida
me fumo la luna
esta luna suspendida
en terreiro do paço
amada lisboa
que el humo te guarde
cada despedida
pienso en los azulejos
pienso en el último fado
triste billete aeronáutico
maletas llenas de vacío
la policía todo lo mancha
cada despedida
es un ensayo de muerte
lívida
como cadáver incorrupto
tu ausencia vaga por mi habitación
cuando estoy lejos de ti
mi voz se apaga
mis manos se deshacen
mi cuerpo se torna transparente
lejos de ti
nada tiene sentido
empiezo a ser fantasma
Fado Amalia – Amalia Rodrigues